Durante los primeros minutos, Azarenka sintió el peso de jugar su primera final de Grand Slam: comenzó el partido muy nerviosa, cometió dos dobles faltas en su primer game de saque y cedió un quiebre en el arranque del partido. Sin embargo, poco a poco se fue soltando, fue afirmándose en sus golpes de fondo de cancha y empezó a ejecutar con más certeza sus golpes veloces y angulados. Así recuperó el rompimiento y se metió rápido en el partido durante el primer set.
En esa manga todo fue muy parejo. Ambas tenistas buscaron tomar la iniciativa desde el fondo de la cancha. La bielorusa practicó alguna variante más, con drop shots, subidas a la red y tiros abiertos para aprovechar de mover a su rival y anular un poco su potencia. María se vio muy concentrada y cargó el juego sobre el drive de su oponente para evitar su temible revés.
El desequilibrio llegó en el octavo juego, cuando la número tres del ránking mostró todo su caudal de golpes para quebrar el servicio de Sharapova y ponerse 5-3. Sólo le quedó sostener su saque con autoridad para cerrar ese parcial a su favor.
En el segundo set, las cosas fueron muy distintas. Azarenka salió decidida y agresiva: tomó la primera chance que se le presentó para quebrar el saque rival, en el primer game.
Pero la actual número tres del mundo no se conformó: jugó con muchísima seguridad, siguió forzando sus tiros hacia las líneas y volvió a quebrar para quedar 3-0.
Sharapova mostró siempre la voluntad de mantenerse en el partido y luchó con actitud hasta el final del encuentro. Sin embargo, no encontró variedad en sus tiros. Y definitivamente no encontró la forma de frenar a una contrincante inspirada, más precisa y -pese a su inexperiencia en este tipo de circunstancias- muy aplomada.
Vika tomó el dominio definitivo de las acciones con el marcador a su favor, aprovechó los 30 errores no forzados de Maria y quebró por tercera vez en el parcial para quedar 5-0.
Ni siquiera el peso de cerrar el partido la amedrentó: tomó su primer match point y terminó con el pleito en 1 hora y 22 minutos.
Así, la bielorrusa, que ya había vencido a su rival en dos finales previas en canchas duras (Stanford 2010 y Miami 2011) se quedó con su primera corona de Grand Slam.
Azarenka, que se había consagrado como juvenil en el Abierto de Australia en el año 2005, se quedó con algo aún más preciado: el número uno del mundo.