Última fecha del campeonato. No fue una competencia de primer nivel, es verdad. Pero hasta el último segundo, para los que seguimos el fútbol nacional, fue una final emocionante, electrizante, espectacular. Algunos clubes desbordantes de alegría, otros, masticando la rabia de la derrota. Sin embargo, la acción vandálica de un grupo de hinchas de Colo Colo y Universidad de Chile contaminó y empañó nuestra fiesta del fútbol.
En Antofagasta, luego de la derrota de los Albos, que peleaban el cetro con Universidad Católica, un grupo de seguidores del club más popular de Chile, destruyó parte de las graderías del estadio Calvo y Bascuñan. Y en Rancagua, otro grupo menor, atentó contra el Memorial de los 16 barristas de O"Higgins, fallecidos en un accidente, cerca de Tomé.
Delincuentes. Nada más ni nada menos que delincuentes. No pueden tener otro nombre. Seudos hinchas que nunca más debieran ingresar a presenciar un partido de nuestro torneo local. No se lo merecen. En un mundo preocupado de el tema político de las elecciones, estos desmanes como que son de bajo perfil. Y no es así.
Cuando las autoridades del fútbol toman medidas contra esos hinchas, lamentablemente pagan justos por esos malos pecadores. A futuro debiera hacerse un catastro de estos aficionados antisociales, que perjudican este antiguo y masivo deporte, al club al que dicen pertenecer, y a las familias de aficionados que van, sin pensar en este tipo de acciones violentas, a un estadio.
Debo reconocer que los grados de violencia que vive el país se reflejan en esta actitud destructiva de un pequeño número de hinchas, pero con las consecuencias que dejan sus acciones repudiables, nos hace reflexionar, como sociedad, que pasará en un tiempo más. Diferente la reacción de los hinchas acereros, por ejemplo. Descendieron y su comportamiento fue ejemplar.
A esos mal hinchas hay que aislarlos. Denunciarlos. No pertenecen al mundo del fútbol. Con muchos años presenciando torneos en todo el país, añoro el cantar de los aficionados, por ejemplo del antiguo, Naval, Deportes Concepción o Fernández Vial, cuando estaban en el fútbol grande. (En otra nota mis comentarios por no tener equipos en primera en la octava región)
O en los octagonales que se jugaban en el verano en el estadio Nacional, con presencia de 80 mil aficionados en las graderías en los años 60, sin tener que lamentar acciones vandálicas. Para el mundial del 62 los hinchas iban con tenida y corbata y el himno nacional se coreaba con la interpretación de la banda y orquesta de Carabineros.
No quiero quedarme en el pesado. Aunque lo sueño. Pero desde esta pequeña tribuna quiero hacerme eco de esas ciudades y sus autoridades, que vieron, con impotencia, como este fin de semana, antisociales destruían bienes públicos, como una jauría de animales - con el perdón de estos seres -, en forma irracional. Y todo, por un resultado del fútbol. Sí. Yo también me "pico" cuando pierde mi equipo. Aguanto las burlas de mi hijo y amigos. Pero se me pasa. Hasta pronto.
Carlos Huerta Velásquez
Periodista
chilenodecorazon.cl